El consejo de derechos humanos de la ONU aprueba una resolución sobre el odio religioso después de la quema del Corán

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manifestantes sostienen copias del Corán durante una manifestación frente al consulado sueco en Jerusalén Este la semana pasada. Fotografía: Hazem Bader/AFP/Getty Images

Algunos países occidentales se oponen fuertemente a la resolución argumentando que entra en conflicto con la libertad de expresión.

Fuente: The Guardian | Traducción: Aarón P. Mourtada

Un consejo de derechos humanos de la ONU profundamente dividido aprobó una controvertida resolución que insta a los países a «abordar, prevenir y enjuiciar los actos y la promoción del odio religioso», después de los incidentes de quema del Corán ocurridos en Suecia.

Estados Unidos, la Unión Europea y otros países occidentales se opusieron firmemente a la resolución; argumentaron que entraba en conflicto con las leyes sobre la libertad de expresión. El miércoles se aprobó la resolución, con 28 países votando a favor, 12 en contra y siete abstenciones.

El mes pasado, un manifestante nacido en Irak causó indignación en todo el mundo musulmán después de arrancar páginas del Corán, limpiarse los zapatos con algunas de ellas y quemar otras afuera de una mezquita en Estocolmo durante la festividad de Eid al-Adha.

La embajada sueca en Bagdad fue asaltada brevemente, Irán se abstuvo de enviar un nuevo embajador a Estocolmo y la Organización para la Cooperación Islámica (OCI) condenó a las autoridades suecas y pidió al consejo de derechos humanos de la ONU con sede en Ginebra que debatiera el tema.

Turquía también expresó su enojo, citando “las viles protestas contra el libro sagrado” en Suecia como una de las razones para negar la aprobación de la solicitud del país escandinavo para unirse a la OTAN. El lunes, el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, había acordado dejar de lado su veto y apoyar la solicitud.

Varias protestas similares habían tenido lugar anteriormente en Estocolmo y Malmö. La policía sueca ha recibido solicitudes de más personas que querían quemar textos religiosos como el Corán, la Biblia y la Torá.

Dirigiéndose al consejo de la ONU la semana pasada, el ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán, Bilawal Bhutto Zardari, dijo que tales actos eran una «incitación al odio religioso, la discriminación y la violencia» y ocurrieron bajo «sanción del gobierno y con una sensación de impunidad». Los ministros de Irán, Arabia Saudita e Indonesia se hicieron eco de esa opinión.

Sin embargo, aunque condenaron enérgicamente las quemas, los países occidentales defendieron la libertad de expresión. El enviado alemán los calificó como una «provocación terrible», pero dijo que la libertad de expresión también significaba «escuchar opiniones que pueden parecer casi insoportables». El enviado francés dijo que los derechos humanos se tratan de proteger a las personas, no a las religiones y los símbolos.

Después de la votación de la resolución, la enviada de Estados Unidos al consejo, Michèle Taylor, dijo que con más tiempo y una discusión abierta, se podría haber llegado a un consenso.

“Desafortunadamente, nuestras preocupaciones no fueron tomadas en serio”, dijo. “Estoy realmente desconsolado porque este consejo no pudo hablar con una voz unánime hoy para condenar lo que todos estamos de acuerdo que son actos deplorables de odio anti-musulmán, respetando al mismo tiempo la libertad de expresión”.

El enviado de Pakistán ante la ONU en Ginebra, Khalil Hashmi, dijo que la resolución no busca restringir la libertad de expresión, sino que busca lograr un equilibrio. “Lamentablemente, algunos estados han optado por abdicar de su responsabilidad de prevenir y contrarrestar el flagelo del odio religioso”, dijo.

“Se ha enviado un mensaje a miles de millones de personas de fe en todo el mundo de que su compromiso para prevenir el odio religioso es simplemente un servicio de labios para afuera. La oposición de unos pocos en la sala ha emanado de su falta de voluntad para condenar la profanación pública del sagrado Corán. Carecen de coraje político, legal y moral”.

La resolución condena todas las manifestaciones de odio religioso, incluidos los “actos públicos y premeditados de profanación del sagrado Corán”, e insta a que los responsables rindan cuentas.

Algunos comentaristas liberales en Suecia han argumentado que las protestas deben considerarse discurso de odio, que está prohibido cuando está dirigido a una etnia o raza. Muchos otros, sin embargo, dicen que se debe permitir criticar la religión, incluso si los creyentes la encuentran ofensiva, y que Suecia debe resistir cualquier presión para reintroducir leyes contra la blasfemia.

La policía sueca ha tratado anteriormente de prohibir las protestas en las que se quema el Corán, pero los tribunales las han rechazado por motivos de libertad de expresión. La del mes pasado se permitió con el argumento de que los riesgos de seguridad “no eran de naturaleza tal que justificaran, según las leyes actuales, una decisión de rechazar la solicitud”.

Posteriormente, el gobierno de Suecia emitió un comunicado en el que decía que rechazaba enérgicamente “este acto islamófobo”, que “de ninguna manera” reflejaba sus opiniones. Pero eso provocó fuertes críticas de los defensores de la libertad de expresión, quienes señalaron que la persona que llevó a cabo la protesta se mantuvo dentro de los límites de la ley y ejerció su libertad de expresión constitucional.

A los funcionarios de Estocolmo les preocupa que la situación pueda empeorar, como ocurrió con la controversia sobre la publicación de caricaturas del profeta Mahoma por parte de un periódico danés en 2005.